Seis años pasaron desde el trágico incendio que se produjo en un taller clandestino de Caballito, en el que
fallecieron un hombre, una mujer y cuatro niños tras quedar atrapados en un pequeño espacio
donde vivían familias enteras junto con cuarenta máquinas. Un siniestro que puso al sector en el ojo de
la tormenta y desnudó la precariedad de miles de trabajadores argentinos y
extranjeros, bolivianos sobre todo, que sobreviven reducidos a servidumbre. En la actualidad, se calculan unos 500 mil trabajadores víctimas de la explotación laboral que se someten a la inacción del Estado, la falta de escrúpulos de los empresarios o a la incapacidad de las entidades sindicales.
En los últimos meses, el tema del trabajo
esclavo en los talleres clandestino fue protagonista en la agenda mediática
tras darse a conocer una denuncia y un escrache realizado por La Alameda
contra famosos diseñadores. Como se sabe, las estrellas de Argentina visten
glamorosos vestidos que son fotografiados y publicados en cientos de revistas.
Aquellas prendas exclusivas que se caracterizan por sus delicadas telas, que
son admiradas por mujeres que no tienen la oportunidad de acceder a la compra,
esconden a miles de personas que trabajan día y noche a contra reloj. La
marginalidad, el abuso y la precariedad laboral serían los factores con los que
conviven los verdaderos creadores del vestuario de miles de famosas argentinas.
La fundación La Alameda junto con el
diario Democracia, lograron
infiltrar a dos trabajadores para filmar cómo se trabajaba en un taller
clandestino acusado de promover el trabajo esclavo. Allí se pudo comprobar que
trabajaban seis costureros, la mayoría inmigrantes, para la confección de las
prendas que comercializan diseñadores famosos como Jorge Ibañez, Laurencio Adot
y Benito Fernández, quienes negaron la acusación y se desligaron del
hecho. Sin embargo, las pruebas
obtenidas fueron presentadas ante el Juzgado Federal de Lomas de Zamora que
tiene competencia sobre la jurisdicción del taller. Los vestidos que se
realizaban llevan dos días de trabajo y tienen un costo de hasta 25 mil pesos,
pero sólo cien pesos es lo que se le paga a cada costurero. De dicho taller salieron
confecciones encargadas por la princesa Máxima Zorreguieta o Sarah Jessica
Parker, protagonista de la serie Sex and the City.
De acuerdo con un informe de la Cámara
Industrial Argentina de la Indumentaria, los talleres textiles clandestinos de
nuestro país obtienen cada año unos cuatro mil millones de pesos en concepto de
ventas y sólo en la provincia de Buenos Aires se alcanzan ventas por tres mil
millones de pesos.
El crecimiento de la economía es evidente y
los esfuerzos por mejorar las condiciones laborales también, sin embargo
todavía la deuda social más importante se sitúa en el campo laboral. Jornadas
de hasta 20 horas, hacinamiento y amenazas forman parte de la vida de miles de
trabajadores que conforman uno de los pilares de la explotación capitalista. El
reemplazo del Estado de Bienestar por un Estado de tipo neoliberal no sólo ha producido
el aumento de la flexibilización e informalidad laboral, sino que el fenómeno
de la súper explotación de los trabajadores se incrementó en los últimos veinte
años a nivel mundial.
"La extrema vulnerabilidad de los
trabajadores, la ausencia de condiciones mínimas de seguridad e higiene, niños
encerrados en pequeñas habitaciones con el fin de no obstaculizar la producción
y hasta la trata y tráfico de personas, conforman la actual situación de los
talleres clandestinos", manifiesta Lucas Schaerer, periodista y militante
de La Alameda, una organización
comunitaria que denuncia varios flagelos sociales e impunes, en la mayoría de
los casos, por la connivencia policial. Además, define a esta manera de
trabajar como la nueva y moderna forma de esclavitud del siglo XXI. "Los domingos si uno camina por la zona de Parque Avellaneda, empieza a
ver este submundo que esta de lunes a sábado completamente oculto. Sólo
aparecen los domingos porque sacan a pasear a los esclavos de los talleres, el
resto de la semana desaparecen como si nunca hubiesen existido", concluye.
Un mercado negro que permite
un látigo y cuantiosos ojos que miran hacia otro lado con tal de seguir
haciendo negocios. Como expresa Marta Pizzo al final
de su poema dedicado a las condiciones en
las que trabajan miles de personas a lo largo y ancho de Argentina: "Talleres clandestinos, asesinos.
Luchar por dar un corte todos juntos, no más trabajo esclavo.”
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